Hace algunos días, el martes 16 de noviembre de 2010 para ser precisos, el periodista Óscar Clemente Marroquín escribió una de columna que sólo se puede calificar, siendo benevolentes, de desafortunada. Según este autor, en el Informe Nacional de Desarrollo Humano 2009-2010 “no se reflejan los resultados” que el programa de transferencias monetarias condicionadas, Mi Familia Progresa, ha generado en el ámbito escolar.
Es cierto que un periodista no está obligado a conocer acerca de mecanismos y procedimientos técnicos. No obstante, precisamente porque su responsabilidad profesional es informar y porque los periodistas sabemos “un poco de todo, pero nada de mucho” si está obligado a informarse acerca de aquello que desconoce. En este caso, es evidente que a Marroquín, tal como lo ha demostrado en estos últimos años, le ganaron las ansias de colocar otra mancha sobre Mi Familia Progresa, sin importarle que en el proceso no solo haya desinformado al público.
Analicemos el libelo de Marroquín:
“Al nada más recibir copia del Informe Nacional de Desarrollo Humano para el período 2009-2010, busqué los indicadores escolares para ver el impacto de programas de transferencias condicionadas que tienen la finalidad de incentivar el envío de los niños a la escuela. Sin embargo, me llama poderosamente la atención que los logros del lustro de 2005 al 2010 no se acercan, ni remotamente, a los que reflejan las cifras para el período 2000 al 2005.”
Repito: le ganaron las ansias y en lugar de leer el contexto y esencia del Informe, como lo haría cualquier analista serio, optó por lo que hace la inmensa mayoría de periodistas guatemaltecos: buscar “donde está el clavo”, no la información. Es decir, trabajar con palabras en lugar de buscar las ideas.
Prosigamos:
“La tasa neta de escolaridad para el nivel preprimario pasó de 37.3 por ciento en el año 2000 al 47 por ciento en el año 2005. Para el año 2010 aumentó apenas al 49 por ciento según el informe, lo cual demuestra que mientras en el primer lustro hubo un incremento porcentual de casi el 10 por ciento, en el último apenas fue de dos. En educación primaria el aumento fue del 85.4 por ciento al 93.5 por ciento en 2005, mientras que en esta última apenas se incrementó en 1.8 por ciento.
Corrección:
Si Marroquín se hubiese tomado la molestia, no de leer la Socioestadística de Manuel García Ferrando o la Introducción a la Estadística para las Ciencias Sociales, de Daniel Peña, sino tan solo de darle un vistazo a la página 415 del citado Informe del PNUD, se habría dado cuenta que ahí se define:
Tasa neta de escolaridad ciclo básico: porcentaje de alumnos de 13 a 15 años de edad que están en básico, en relación con la población de 13 a 15 años de edad.
Tasa neta de escolaridad pre primaria: porcentaje de alumnos de 5 a 6 años de edad que están en pre-primaria, en relación con la población de 5 a 6 años de edad.
Tasa neta de escolaridad primaria: porcentaje de alumnos de 7 a 12 años de edad que están en primaria, en relación con la población de 7 a 12 años de edad.
Es decir:
Tasa neta de escolarización: es el cociente entre el número de personas escolarizadas en cada nivel con edad escolar pertinente (Educación Primaria: 6 a 12 años, Educación Básica 13 a 14 años, Polimodal: 15 a 17 años, y el total de la población de ese grupo de edad.
Como puede verse, el error garrafal –revelador de que al autor lo mueven intenciones oscuras- consiste en no considerar que la Tasa Neta de Escolaridad, para su cálculo, abarca a TODA la población escolar de un país en función de la población escolar total de determinada edad.
Además, en el caso de las Transferencias Monetarias Condicionadas Mi Familia Progresa, para el año 2008, Guatemala únicamente había llegado a 89 de 333 municipios, cubriendo para entonces a un total de 280,998 personas beneficiarias. Para entonces, Mifapro tenía apenas 8 meses de actividad.
Otro error gravísimo es emitir un comentario concluyente, sin percatarse de que el Informe se realiza con datos de dos años antes. Aunque el informe corresponde al período 2009 – 2010, las tablas empleadas por el PNUD son de datos correspondientes a dos años. ¡Menuda diferencia!
¿Continuamos?
Con un increíble despliegue de ignorancia o de mala intención, Marroquín asegura:
“En el nivel Básico el año 2000 tenía un índice de 24.7 por ciento, mismo que aumentó al 33.2 por ciento para el año 2005. Para 2010 el indicador llega al 37.2 por ciento, lo que evidencia nuevamente menos incremento porcentual y en el Diversificado del 15.4 por ciento pasó al 19, para alcanzar apenas un 20.1 por ciento en este año".
Esto es grave; gravísimo:
¿Cómo es posible que el director de un medio de comunicación, y además uno de los más acérrimos enemigos (porque ya no sólo es crítico) de los programas de Cohesión Social, a estas alturas desconozca que Mi Familia Progresa NO atiende a la población escolar en los niveles básico y diversificado?
Incluso, por si fuera poco, rubrica su elegante desconocimiento de una manera preocupante:
“Ciertamente los programas sociales no tienen efecto inmediato, pero si en alguno se debiera medir de manera inmediata el resultado es en el de las transferencias condicionadas de Mi Familia Progresa porque el mismo tiene como fundamento incrementar la asistencia escolar en los distintos niveles educativos”.
Por ende, resulta incomprensible de dónde pudo Marroquín sacar una información como la siguiente:
"…en otros países han dado resultados inmediatos en el aumento de la escolaridad.”
Falso de toda falsedad. Los resultados no son obra de magia. En Brasil, el país modelo de estos programas, los resultados “inmediatos” tomaron casi cuatro años para reflejarse en los indicadores nacionales.
O esto otro:
“…un programa que está diseñado específicamente para ayudar a las familias a cambio de que sus hijos vayan a la escuela, tendría que haber tenido un impacto mucho más marcado que el incremento que se notó en el primer lustro de esta década, cuando no había transferencia alguna ni las familias recibían beneficio por enviar a los hijos a la escuela.”
Mejor lo dejo aquí y lo invito a que juzgue usted.
Mi Conclusión:
Tal y como lo hemos visto durante el período de vigencia de los programas de Cohesión Social, Óscar Clemente Marroquín es uno de los tantos detractores de esta iniciativa, siguiendo un obvio patrón de agenda politiquera, y a veces marcadamente personal, en desmedro de una auténtica preocupación periodística o ciudadana.
La prueba fehaciente es el tema aquí analizado, del cual también es ilustrativo presentar otra anotación de Marroquín, porque asume conclusiones que ningún experto se atrevería a sostener:
Siempre dije que la falta de transparencia era un atentado contra la solidez de estos programas, puesto que resulta que no tienen respaldo en resultados concretos. Hoy por hoy el único en realidad medible sería un notable incremento de la escolaridad, pero ni por asomo se acercan a los logros de antes.
Es obvio que el articulista también desconoce que el mecanismo técnico idóneo para establecer lo que afirma, se denomina Línea Basal o Línea Base (incluso, mucho más certero que el Informe del PNUD) cuya medición periódica sirve para indicar cuáles son los resultados efectivos que va generando el programa. (En Guatemala, dicho proceso actualmente está a cargo del Instituto Nacional de Salud Pública de México, gracias a un financiamiento del BID).
De hecho, todo ataque contra estos programas ha tenido y seguirá teniendo el beneplácito de La Hora, más aún cuando las baterías se enfilan contra la Primera Dama de la Nación, Sandra Torres de Colom. Al parecer, Marroquín no ha parado de sudar las calenturas de la campaña política pasada, ni puede perdonarle al Gobierno el hecho de no contratarle pauta publicitaria.
La lección es categórica: cuando un periodista asume una agenda política y la defiende, es inútil toda explicación que contraríe su criterio. Como persona de principios demócratas, estoy de acuerdo con las críticas hacia los programas de Cohesión Social; las considero válidas, necesarias y respetables. Con lo que jamás podré estar de acuerdo, es con la irresponsabilidad que se comete al señalar sin fundamento, máxime cuando se trata de un periodista, cuya función debería ser informar adecuadamente.
A Oscar Clemente le ganaron las ansias de hacer pedazos los resultados de Mi Familia Progresa, pero cayó en una especie de vergüenza ajena frente a quienes sí saben de mediciones técnicas. Esa es la pequeña diferencia entre una crítica constructiva y un ataque hepático. Seguiremos adelante.