Publicado en Diario de Centro América, martes 8 de febrero de 2011
El concepto pacto de ética, según fuera suscrito ayer por algunos partidos políticos a instancias del Tribunal Supremo Electoral (TSE), es una contradicción en sí misma. Es decir, si existe la ética ¡es innecesario dejar constancia por escrito! La ética, hasta donde tengo conocimiento, es una calidad inherente al ser humano, una vocación de conciencia. Un acto permanente de contrición consigo mismo.
Por ello pregunto, ¿puede alguien ser o tener más ética si firma un compromiso público? ¿No debería ser suficiente su desempeño ante los demás para evidenciar su estatus deontológico?
Claro, sabemos que en el acto convocado por el TSE se involucra a los actores tradicionalmente menos comprometidos con las actitudes éticas. ¿O será, como se afirma a menudo, que el ejercicio político excluye, por antonomasia, cualquier vínculo con esta rama de la filosofía, generalmente confundida con la moral?
La realidad de las cosas es que el TSE no debería ocupar el valioso tiempo de sus magistrados en asuntos triviales como este y que, en virtud de la experiencia, demostrado está que no conducirán a nada positivo. Quien ha faltado a la ética lo seguirá haciendo, aunque firme todos los pactos, convenios y contratos que se le pongan enfrente.
Cito el caso del Partido Patriota. Nunca había visto una estructura mejor empeñada en generar propaganda, no negra, sino asquerosa.
Mis cuentas de correo han sido testigo, desde hace seis años, de la oleada antiética con que han inundan mi bandeja con cualquier suerte de insultos y majaderías contra sus adversarios políticos.
El caso más reciente ocurrió apenas el sábado, o sea, menos de 48 horas antes de la firma del dichoso pacto. Ese día, gracias al morbo periodístico, el PP divulgó por todos los medios a su servicio que el partido oficial tenía un plan para bloquear la movilización de sus parciales hacia el mitin del domingo.
Al final nada ocurrió e hicieron su actividad sin problemas. Sirva ello como ejemplo de que un pacto no garantiza la ética… y que el TSE debería dedicarse a lo que le corresponde: organizar el proceso electoral.
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